viernes, 30 de mayo de 2014

La violación de Lucrecia. La Abadía.

No hay ni una sola tacha que ponerle a este espectáculo. Bueno, si nos ponemos exquisitos quizá el arranque contemporáneo, con Nuria hablando por teléfono con "alguien". Alguien que nos da igual, que no vuelve a a parecer y que si lo quitas todo seguirá igual. Quizá sirva como mini prólogo antes de sumergirnos en el mundo de Lucrecia. Bueno, vale, tampoco estorba, pero... es quizá gratuito. Por sacarle punta. 
El texto es fabuloso, un monumento brutal y bello con unos pasajes hermosísimos y una belleza general incluso narrando un episodio salvaje y sucio, tremendamente hermoso.
Escenografía de Ikerne Jiménez sencilla y funcional. Necesaria y precisa. Ni una pega. Luces de Juanjo Llorens fabulosas, expresivas y dramáticamente fuertes y preciosas.



Miguel del Arco dirige la función, y lo hace desde el sitio que no se nota. No hay nada en la puesta en escena que llame la atención. Todo es como debería ser. Movimiento escénico lógico, coherente y muy acertado. Su verdadera labor como director está oculta, está en conseguir que Nuria Espert haga lo que hace. Que la Espert es de las más sabias y grandiosas actrices españolas vivas es obvio. Pero dirigir a alguien así de sabio debe de ser difícil. No porque una diva no se deje dirigir, sino por tener tal filón de matices delante que saber administrarlos es un reto del copón. Quiero decir; si tienes delante a un actor o actriz que le pidas lo que le pidas te lo va a saber dar, la pelota se queda en tu tejado y eres tú el que debe demostrar que es un director a la altura y elegir siempre la mejor opción. Y como Miguel del Arco es de los mejores directores de teatro españoles vivos, pues ya está. El resultado es redondo. Dos genios juntos tiene poco margen de error, quizá sólo en la   elección de "desde dónde" quieren contar la historia. Y han elegido el mejor sitio.



Y luego Nuria. La Espert. Una leyenda. En UK sería "Dame Nuria Espert". Aquí es simplemente "la Espert". Indiscutible. Y hay que reconocer que da un recital de sabiduría teatral. Hace absolutamente DE TODO. Habla como nadie, pronuncia todas las letras (parece una perogrullada, pero no lo es), dota de sentido y de sentimiento a todas y cada una de sus frases, encarna a varios personajes con la sutileza del trabajo inteligente... No sé, de verdad. Igual no es este un montaje histórico, pero el recital que nos da Nuria es para que pase a los libros de teatro y a las escuelas de interpretación. Todo un manual de profesión. 
Gozada total, un ejercicio de maestría lo mires por donde lo mires. Un monumento al teatro, a la palabra, a la narración y al drama. Quizá falte algo para que se produzca "el milagro" pero sinceramente, no sé qué es.    

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