domingo, 10 de mayo de 2015

Adentro. Sala de la Princesa.

Juntar de nuevo a Tristán Ulloa a los mandos y a Carolina Román y a Nelson Dante encima del escenario puede parecer tener el éxito asegurado, pero yo creo que es todo lo contrario. Es jugar con fuego. Si no consigues un producto tan redondo como "En construcción" te puedes pegar un batacazo que te cagas. Pero lo consiguen, vaya si lo consiguen. Porque "En construcción" no era un producto, sino un resultado. Y "Adentro" es también otro resultado. El resultado de mirar a la vida a la cara. Y de escudriñar en los higadillos de la mentira oculta. La mentira asumida, aceptada y familiar. Familiar de familia, no de habitual. 



Araceli Dvoskin va a celebrar su cumpleaños (o puede que ni siquiera sea su cumpleaños) y entre recriminaciones, cabreos, malos modos y modos buenos empuja a su hijita, Carolina Roman a que le organice una fiesta. Nelson Dante, el hijo, "El Negro", más conocido como "La Peligros" en la cárcel, destroza el corazón y la esperanza de su hermana mientras comparte cremas con ella. Es un cavernícola desalmado pero adicto a las cremitas para la cara y adora los pajaritos. Es un poco y perdón por la burrada que voy a decir, como decía mi amigo Angelito: "Es buena. Pero es mala. Pero es buena". Esos dobleces que tenemos todos aunque en su caso arrastren a su familia a un pozo de desesperación y de negrura tan reconocible y cercano que hasta duele. 
Montaje sobrio en la forma y respetuoso con un texto duro, frío y cortante, sin lugar para el melodrama. Tristán Ulloa demuestra un enorme amor por los personajes, desde la madre enferma que empieza a abandonar este mundo a la hija sacrificada y atada por un lazo tan invisible como poderoso, la sangre. O la amiga, esa "Male" que decide sobrevivir sonriendo y mirando para otro lado. El que pierde es "el Negro", pero no por Tristán, sino por ti mismo, espectador, que eres el que juzga. 
Actores brillantes, reales y carnales. Noelia Noto es casi una Blanche divina y delicada. Una crisálida recién salida a la vida, inocente y tristemente dulce. Carolina Roman no dice mucho, no hace mucho pero llena el espacio con su amargura, con su presencia triste y herida. Araceli Dvoskin vaga entre nubes, espera como Penélope y mira sin ver. Y Nelson Dante estremece con su presencia. Es un ogro bueno. O un cordero maldito. No lo sé. O ambas cosas. Impresionantes todos ellos. 



Historia amarga y dura, sin un resquicio siquiera para la esperanza. Quizá porque en la vida real no siempre se acaba viendo la luz del horizonte.        

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