lunes, 9 de mayo de 2016

Mis cosas preferidas. La pensión de las pulgas.

He tenido la suerte a lo largo y ancho de mi vida de ver a las más grandes en escena. Bueno, desgraciadamente sólo a muchas de ellas. Nuria Espert, María Jesús Valdés, Hellen Mirren, María Fernanda D'Ocon, Judi Dench, Cate Blanchett, Blanca Portillo, Rosa María Sardá, Glenn Close... y al mas grande de los grandes del mundo mundial, Alfredo Alcón. Bueno, pues el otro día rematé mi casting viendo a un portento de actriz llamada Valeria Giorcelli. Primer puntazo. 



El segundo puntazo es el texto creado por Macarena García Lenzi y dirigido por ella misma. 
La acción nos presenta a Brenda. Está en casa. Sola. Se ha puesto un vestido elegante aunque pasado de moda. Parece la nieta de la señora Havisham. Ah, claro, está esperando visita. Esa tarde ha reunido a sus amigas de juventud para tomar el té y reencontrarse tras muchos años. Al menos Brenda no ha visto a sus amigas en muchos años. Poco a poco van llegando Laura, Ana Clara y Celina. Las cuatro están sentadas alrededor de una mesita, enfrente tienen el té, una bandejita con trufas de coco y muchos años de recuerdos. Lo que podría ser una reunión de antiguos amigos se convertirá en algo muy distinto según van pasando los minutos.



El texto de Macarena García Lenzi es un prodigio de mesura, de sentido de la progresión, de tensión, de dosificación, de dulzura y de desolación. Hurga en lo más profundo de una mente enferma y saca de ahí oro puro renunciando al merengue y entresacando una naturalidad herida y un dolor del del alma. Del que duele de verdad, del que descoloca, del que aniquila. Lo que comienza siendo una merienda; friki pero una merienda se irá convirtiendo poco a poco en un descenso a la mina de la enfermedad, a la oscuridad de la sinrazón, a los hechos inexplicables y a los recuerdos infectados que sin embargo han mantenido viva a Brenda, porque sin esos recuerdos, sin esas amigas y sin esas envidias, hace tiempo que ni siquiera estaría aquí. Si es que está aquí. Brenda recuerda lo que quiere como congelado en el tiempo y otras cosas, como si hubieran evolucionado como a ella le hubiera gustado. Se ha creado un mundo ajeno rico, peliculero, melodramático y perfectamente posible. La gorda de clase que acaba siendo modelo, la envidiada cuyo marido se pegó cientos de tiros en la sien, y la robanovios eternamente embarazada. Todas unos bichos, todas sonrientes, todas grititos histéricos, todas al borde, como Carrie y todas vivitas y coleando. 
Viven porque ese prodigio de actriz que es Valeria Giorcelli consigue dotar de carne y hueso a las cuatro amigas. El trabajo de Valeria es minucioso, valiente, divertido, terrorífico y espeluznante. Tanto que te hace pensar...si realmente está mujer está bien de la cabeza, jajjaja. No hay palabras para definir su trabajo, consigue hacer exactamente lo que haría una actriz sublime si tuviera delante a tres compañeras. Consigue mirar, ver, escuchar, dar vida y hasta palabra a sus tres compañeras. Logra incluso que sientas las respiraciones de todas ellas. La forma de mirarlas, de escucharlas, de sentirlas, de reaccionar lo que le dicen, de moverse, de transformarse, de mutar y de romperse justo como si ellas estuvieran ahí. Si ya es difícil hacer lo que ella hace teniendo a tres actrices delante, conseguir ese nivel de implicación emocional frente a tres sillas es sobrehumano. 



Si el texto es fabuloso y un arma cargada de dureza dentro de su simplicidad, la interpretación de Valeria es una de esas interpretaciones históricas y de una perfección en cada detalle y en cada mirada que se te quedan clavadas en el alma. Lo que hace esta mujer no es normal. Y entre las dos consiguen que en una horita escasa salgas con la sensación de haberte tragado sin querer una trufa de coco más que envenenada.                

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