martes, 19 de julio de 2016

I puritani. Teatro Real.

I puritani (di Scozia) es una obra poco representada. Lógico. Dramáticamente tiene una estructura básica, avanza muy poco y la acción se reduce a una anécdota alargada demasiado con muy poca progresión dramática. El principal atractivo es la partitura bellísima de Bellini y un posible elenco con voces dedicadas al lucimiento. En esta ocasión, el plomo se salvó gracias a las notas de Bellini, la escenografía de Bianco y a las voces de Damrau y Camarena. Punto. 




El trabajo de Evelino Pidó es correcto. Es cierto que la expresividad de esta obra es bastante lineal y no tiene momentazos de esos de volar. Salvo las arias famosas y el dúo del tercer acto, el resto de la obra no tiene demasiado nervio, es bel canto y ya. Pero de ahí a ralentizar como lo hacía determinados momentos (casi todos) para buscar la belleza en CADA nota era un poco demasiado. Y luego, sin embargo en otros que podrían regalar un mayor lucimiento a los cantantes, metía un poco el turbo o al menos no daba el tiempo que podría haber regalado a los solistas.
El coro sonó también correcto y en ciertos momentos hasta un poco apagado, sombrío, oscuro. No por personalidad sino por energía. 

La dirección escénica d mi admirado Emilio Sagi tampoco es el plato fuerte. Es más, creo que en esta obra en la que el bel canto prima y en la que no hay casi ninguna progresión dramática ni en la acción ni en le texto ni en las emociones, si no le metes una dirección un poco vigorosa, no ayudas mucho a que eso levante el vuelo. Todo el segundo acto por ejemplo, con Giorgio y Riccardo casi inmóviles, sentados o moviéndose poco por ese maravillosos escenario no beneficia en nada al poderío de la puesta en escena. A ver, dramáticamente la obra es pobre, no ocurre gran cosa, hay mucha locura, eso sí y grandes arias, pero la anécdota aparte de claramente incomprensible es alargada hasta el infinito. Si no le das una puesta en escena sólida, vitamínica y energética, entonces lo dejas todo en manos de la música y los cantantes. La música es maravillosa y preciosísima de la muerte, sí. Y los cantantes...




La escenografía del maestro Viscon... digo, Daniel Bianco es sencillamente preciosa. El salón polivalente, espejado y cubierto de esa especie de nieve es de una belleza abrumadora. El espacio que se resquebraja para que aparezcan los bustos acusadores del pecado y de la masa acojonante es bestial. Y esas lámparas que iluminan u oscurecen las almas atormentadas de los personajes, un hallazgo visualmente potentísimo y hermoso como un anochecer entre las montañas. Otro alarde del mago del equilibrio y del sentido elevado, emocional, emotivo y decadente del espacio y sobre todo del aire.      

Yo tuve la suerte de oír y ver a Javier Camarena ya a Diana Damrau. La suerte digo porque me moría de ganas de disfrutar de la Damrau. Y Camarena... es Camarena. 




La Damrau vale que no está en su mejor momento, pero es la Damrau. Canta como san dios y escénicamente a mí me parece un actrizón. Cada gesto nace en un momento y por algo, escucha y reacciona perfectamente y cada gesto, movimiento, respiración, carrerita y saltito que pega son coherentes, lógicos y exactos. Como actriz no le puedo poner ni una pega. Únicamente quizá que en vez de estar al nueve, podría bajar al siete, seguiría con toda su teoría igual de perfecta, seguiría siendo amorosa y enamorable, seguiría encandilando al mundo entero, pero no parecería pelín sobreactuada. Vocalmente se ahorró los agudazos del "vienni fra queste braccia" y aunque tenía una zona media grandiosa, unos agudos firmes y preciosos y unos graves potentes y redondos, algo se notaba en su voz como de..."algo falta". Pero maravillosa. 
Camarena es Camarena. No sólo no escatima agudos sino que quizá se pase y meta incluso demasiados. Un par de ellos durante toda la función, tres, cuatro... vale. ¿Pero más? Como cualquier recurso, a base de repetirlo pierde fuerza. Y no sé si esperaba ovaciones abrumadoras que le llevaran a visar algún aria o qué, pero quizá se pasó de agudos. ¡¡¡Y mira que me gusta a mí un agudo!!! Peor vamos, impecable. Vocalmente impecable. Escénicamente sigue algo rígido y a ratos pierde la articulación de las rodillas, algo que no soporto en un cantante. Pero es asombroso y un gustazo oírle cantar. 
No así George Petean, que cantó un Riccardo justito, un pelín desafinado a ratos y con una voz algo pequeña. Y el marido de la diva... flojito flojito. Nicolás Testé cantó regulero con muy poquita voz y fijo que de la fila 9 patrás, se le oía con dificultad. Peeero, es lo que hay.    




Cuatro nombres que convierten en preciosa y muy emotiva una noche que prometía ser plúmbea. Vincenzo Bellini, Diana Damrau, Javier Camarena y Daniel Bianco. 
Fin de temporada justo, bien, correcto, con cosas muy buenas, como el trabajo de los dos cantantes y de Bianco y un resultado general  no muy energético. No por que el montaje sea malo, que no lo es, es muuuy bueno, sino porque la obra, teatralmente y dramáticamente no da para mucho más. Pero bien, vamos, que yo aplaudí como un loco a mi Diana y a mi Javi.   

2 comentarios:

  1. Lo de "I puritani di Scozia" es un error de antigua data que arrastra esta ópera. La acción se desarrolla en Plymouth, al sur de Inglaterra, bien lejos de Escocia. Edgar

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