domingo, 25 de septiembre de 2016

Otello. Teatro Real.

Comienza la temporada en el Real con un grandioso Verdi lleno de pasiones, arrebatos, celos, muerte, amor y torbellinos. Pasión y vigor que no terminan de aparecer en el escenario. 
Vayamos por partes. 



La escenografía de Jon Morell no me gustó demasiado. Cumple su función en el primer acto, cuando cobija el pueblo y las escenas en exteriores. Pero funciona peor cuando se trata de interiores. El dormitorio y base de operaciones del matrimonio protagonista creo que necesita más calor, más intimidad, una buena cama y la cercanía de un dormitorio. En general, la escenografía se quedaba fría e impersonal salvo en el primer acto. Lo de ver a la pobre Desdémona durmiendo ahí arrinconada junto a un muro... 
Las luces de Adam Silverman tenían un par de momentos interesantes, con las sombras proyectadas en los muros y esas figuras inquietantes avanzando. Pero por lo demás, dejaban demasiadas zonas oscuras. Oscuras no, sucias, mal iluminadas, oscuras pero no en sombra sino oscuras, vacías de luz. 
Los figurines de Jon Morell tampoco es que fueran especialmente potentes. Suenas un poco a ropas ya usadas. es como si hubieran entrado en la sastrería del Real y hubieran escogido ropas de otras funciones. Ni el pañuelo era especialmente llamativo o identificable ni los personajes tenían reflejado en sus ropas ningún aspecto de su personalidad. Otello podía haber sido más Otello y Desdémona más Desdémona. 
La dirección escénica de David Alden es tan lógica y tan previsible que no aporta ninguna pasión. Personajes deambulando, apareciendo porque sí cuando se les nombra y buscando más la foto fija que una naturalidad aunque sea medianamente impostada. Si "Alcina" era fría e impersonal, este arrebatado "Otello" es falto de pasión y de hormonas. En definitiva Otello es una historia sobre violencia de género y si casi no hay violencia (ni siquiera latente o potencial) y hay poco género... Shakespeare tiene alguna obra bastante desconcertante. Si "La fierecilla domada" habla de un señor que consigue amaestrar a un chica independiente y libre a hostia limpia, "Otelo" es la historia de un tarado manipulado por otro tarado y que enferma de celos hasta convertirse en un asesino de género. De héroe tiene poco. En fin, que tiene que haber muuuucha tensión, muuuucha violencia soterrada y muuuucho terror por debajo. Y de eso había más bien poco.  
La batuta del maestro Renato Palumbo sí estuvo a la altura de Verdi. Tras un primer acto vigoroso y potente ralentizó la batuta y le quitó peso para pasar a los momentos más dramáticamente potentorros. Dúos bien medidos y arias respetuosas. Llevó por muy buen camino a la orquesta del Real y permitió que los artistas se lucieran. Evidentemente le plato fuerte sobre todo musicalmente fue el comienzo del acto cuarto. El coro del Real también tuvo ocasión de lucirse como en ellos es habitual. 



Gregory Kunde cantó de maravilla. Aunque tenía un toque rasposo en alguna nota media, subía y bajaba alegremente y aunque la pasión como ya he dicho no es que inundase el escenario, se le veía suelto en su personaje, al que conoce a la perfección. Vocalmente se lució cuando tuvo ocasión y escénicamente estuvo bien, aunque quizá un poco frío. Había veces en que las cosas pasaban porque tenían que pasar, no porque realmente estuvieran sucediendo.
George Petean, quizá por la caña que le han dado, estuvo muy bien. Vocalmente llegó bien a todo y lució bastante más voz y empaque que en los "Puritani" del año pasado. Pelín ahogado en las notas más bajas pero con buena textura en toda la representación. Quizá en algún momento salía así como con cara de "malote", pero en general cantó y actuó bien.   
Ermonela Jaho, la cantante albanesa cantó bien su grandiosa parte del acto cuarto. Sinceramente, me parece que es una cantante un poco sobrevalorada. A ver, canta bien y tiene buenos agudos. Graves no tanto. Una voz ágil y unos pianos infinitos. Pero ni tiene un timbre especialmente bello ni personal. Para mi gusto abusa bastante de esos pianos. Quedan muy chulos en muchos momentos, dan un lirismo precioso, te hacen levantarte en el asiento pero sería mejor si fueran un recurso, no una forma de cantar. Es imposible que todo el papel de Desdémona lo cante con esa proliferación de pianísimos. En ciertos momentos, guay, pero no todo el rato. En el aria del acto cuarto quedaban preciosos y en el "Ave María" ni te cuento, pero... ya. Ermonela, mide, dosifica. Porque voz tiene. Y cuando la suelta y saca chorro, tiene chorro. Luego hay otra cosa que me pasa con ella y esto sí que es una cuestión de puro y simple gusto personal (bueno, como todo) y es que no me gusta que cante tooooodo el rato con la cabeza ladeada. Es como si tuviera un imán en el hombro y un trozo de metal en la oreja. Estuvo casi toda la función, sobre todo al cantar, con la cabeza ladeada. Supongo que quizá sea un tic que le de a ella la sensación de que le facilita cantar. Hay otras cantantes que hacen lo mismo como Amarilli Nizza o Barbara Frittoli. Confieso que es un gesto que me pone muy nervioso porque no creo que ayude a nadie a emitir mejor, sino al contrario. Cuanto más tuerzas la cabeza, más estrangularás la garganta. En fin, imagino que son vicios pero a mí no me gustan nada. Cierto que da un aire de dulzura monísimo a veces, pero como con todo, el abuso hace que pierda fuerza. El "Ave María" sin embargo lo cantó con el gesto y la mirada fijos y ganó mil puntos en expresividad. Ermonela Jaho es una estrella mundial, así que evidentemente el problema es mío, no de ella.  
El resto del reparto cantó bien.    



En definitiva la sensación que saqué fue que el montaje es correcto, bien hecho, con todo correctamente en su sitio, con un gran Kunde, un buen Petean y una buena Ermonela. Pero sin mucha emoción. Es de eso montajes correctos, bien, limpios y que dentro de un tiempo será poco recordable.

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