lunes, 3 de junio de 2013

En construcción. Teatro del Arte.

Hay veces que uno va al teatro a ver cosas de las que habla todo el mundo y no sabe muy bien si desconfiar, o si no dejarse llevar por las opiniones ajenas e intentar entrar virgen a la sala. Confieso que no sé cómo entré el otro día. Tenía un huevo de ganas de verlo, es verdad. Pero no me imaginé que saldría con dos lagrimones colgando y encantado de pertenecer a esta profesión.
Ya el vídeo del comienzo, rodado por David Ulloa es una maravilla. Es como esos diez minutos iniciales de "Up", la peli. Te mete en un ambiente y en unos personajes en esos pocos minutos. Ya sabes cómo pueden ser, o de qué te van a hablar, o cómo pueden acabar.
Entonces arranca la historia de una pareja. Se conocen, tienen su primera cita, se gustan, se juntan, sufren la brutal crisis de su país, emigran, empiezan una vida nueva, se enfrentan a una realidad igual de dura, empiezan los resquemores, se separan, se llevan mal, se siguen queriendo, y así hasta el final. Aunque no en ese orden. Y ahí está una de las grandezas de este montaje. Se produce la magia del teatro y en todo momento, simplemente con ver cómo están físicamente, sabes en qué momento de la relación se encuentran. Como dicen en las revistas de cine, los dos actores están "en estado de gracia". Carolina Román y Nelson Dante están prodigiosos. Tiene esa naturalidad que te hace creer que "son" esos personajes. No piensas que tengan vida más allá de la función. Naturales, dulces, mosqueados, amargados, acabados, ilusionados, cínicos, lo tienen todo. Yo quería llevarme a Nelson a casa y a Carolina tenerla de amiga para toda la vida.



Y por supuesto, la mano de Tristán Ulloa. Hay directores malos, regus, buenos, efectivos, sobrepasados, que ni lo huelen, y luego hay "creadores", auténticos artistas que ponen su "toque", ese algo que no sé explicar pero que hace que todo funcione y que tenga una coherencia que viene de la mano del creador y del máximo responsable del asunto. En luces, en ritmo, en tono, en punto de vista, en ese algo sutil que diferencia a los buenos directores de los auténticos creadores.
Y ya que la historia es dura, es más duro aún ver cómo no solo es la historia de la pérdida de las ilusiones, o el choque con la realidad, o los sueños truncados. No es tanto ver el sufrimiento de pasar una necesidades materiales y de ver tus sueños hechos añicos, sino cómo eso desgasta una relación hasta llevarla a la total desintegración. Bueno, no tan total, ya que con ese giro final, casi diría digno de Benedetti, recuperas la ilusión y se te escurren las lágrimas al ver que pase lo que pase, triunfa el amor. Porque yo pienso y quiero pensar que al final, van los dos en el barco.        

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