lunes, 9 de diciembre de 2013

Yo de mayor quiero ser Fermín Jiménez. Cuarta Pared.

A mí es que me gusta el teatro denso, el de pensar, el de sufrir, el de personajes intensos con conflictos gordos y mucho sufrimiento, el de situaciones raras o difíciles, el de textos conmovedores o duros, de los que sales hecho polvo o conmovido, o espantado, o reventado o desgarrado. Me pasa igual con el cine. Y como suele ser habitual en mí, basta que diga una cosa para que me pase lo contrario. Por eso me encantan las comedias y por eso me gustó mucho lo que hicieron El Pont Flotant en Cuarta Pared.
Nah, es broma, sólo una forma de empezar. Pero es que con espectáculos así no sabe uno ni cómo ni por dónde empezar. Nada llama demasiado la atención, nada sobresale, todo es medianamente... "bueno, vale" y de pronto se termina y ves cómo todo se une como en un engranaje sutil, y cobra forma. Efectivamente no hay nada excesivamente llamativo. La puesta en escena es normal, tiene un ritmo normal, no hay grandes sorpresas ni una iluminación llamativa, ni nada, de hecho, tienes hasta una pizarra donde está puesto todo lo que van a hacer y a qué hora lo van a hacer (curioso cuando de lo que hablan es de la espontaneidad, del dejarse llevar, del vivir el tiempo). Ellos, actoralmente no hacen nada del otro mundo, están normales, divertidos, casi siempre buenrrollistas, simpaticones, sonrientes, ni se pegan dramones internos ni sufren como perros, ni componen unos personajes alejados de ellos mismos...
Y el texto es un cúmulo de frases normales, no hay grandes conflictos, no hay trucos ocultos ni juegos de palabra, ni hablan de los grandes temas que nos sacuden a todos por dentro o por fuera. 



Simplemente (o no) hablan del tiempo. Del tiempo que se nos va. Del tiempo que gastamos en ganarnos la vida (como si la vida no la tuviéramos ya ganada) y que no empleamos en disfrutar. Hablan y fantasean con "qué harías tú si tuvieras un segundo libre, un segundo para dedicarlo simplemente a hacer lo que realmente te gustaría?" Un segundo, un minuto, un rato, una hora, un día, un mes, un año, una vida... Y si, eso es lo tremendo, que tenemos tan metido en los tuétanos que hay que "aprovechar" el tiempo (como si emplearlo en uno mismo o en hacer lo que te apetezca no fuera "aprovecharlo")  que el disponer de momentos, horas o días para hacer con ese tiempo lo que realmente te gustaría, se nos hace raro. Fermín Jiménez hace lo que le sale del pepo. Se dedica a unir con un rotu fosforito chicles pegados en el suelo. ¿Qué consigue con eso? Nada, ¿o es que tiene que conseguir algo? Lo hace porque le apetece y se lo pide el cuerpo. Y porque puede. ¿Qué harías tú si tuvieras un día, un minuto, un mes o un año libre? Seguro que no harías lo que haces cada día. La escena de las agendas lo resume todo. ¿Quieres ser Fermín Jiménez? Pues para, para de vez en cuando, sé consciente de dónde estás y de quién eres. Toma conciencia de tu cuerpo y usa el tiempo para vivirlo. 
Hostias, ¿qué más le puedes pedir a una función de teatro? Viva El Pont Flotant y viva el teatro cotidiano. Estos son nuestros dramas, nuestras angustias, nuestros agobios y nuestro día a día.  Es como una canción de Aute, o de Serrat.

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