lunes, 11 de mayo de 2015

Hedda Gabler. María Guerrero.




"Hay una maldición por la que todo lo que toco se vuelve feo y ridículo". Más o menos algo así viene a decir Hedda hacia el final de la función.  
Yolanda Pallín firma la versión y Eduardo Vasco la dirige. Avanzo desde ya que no me gustó nada de nada así que si hay algún alma sensible, mejor que no siga leyendo. 



Todo es feo. La escenografía de Carolina González no me gustó nada. Una cortina enorme que se medio mueve, se medio abre, se medio cierra sin sentido, unas sillas igual de feas y que tampoco sirven para nada y un piano en medio. Al fondo un espacio oscuro y un árbol proyectado y que cambia de color según el estado de ánimo de Hedda (no el de Cayetana, que parece ser siempre el mismo). Ese espacio oscuro sirve supuestamente para que los actores esperen su turno, queriendo dar un distanciamiento. Pero el distanciamiento se produce por puritita frialdad, no por el hecho de que ellos estén ahí detrás esperando, porque no es así. A veces están y a veces no. La oscuridad sirve, eso sí, para que Cayetana se cambie de vestido. El vestuario de Lorenzo Caprile es un cante. Cayetana, que también coproduce el montaje, saca cuatro vestiditos monísimos, mientras los demás sólo sacan dos, el normal y otro negro pal final, pal drama. Las luces brillan pero por su ausencia.



Eduardo Vasco no es un director que me suela gustar. Salvo "El malentendido". Aquí realmente no aporta nada de interés a esta enésima versión del dramón de Ibsen. En ese espacio feo, los personajes se mueven torpemente y de forma previsible y tópica y no hay nada en la propuesta de Vasco que revele premeditación o autoría. Los actores salen, cada uno actúa como buenamente sabe y puede y ya está. Y sinceramente, están mal o poco dirigidos. Hasta la figura del pianista queda fea. Al menos podían haber vestido un poco al hombre, porque cuando sale por ahí parece que es uno de los acomodadores que ha subido al escenario a algo.  
Charo Amador es una maestra a la que personalmente yo le debo mucho y la adoro de una forma patológica. Pero aquí está redicha, antinatural y tremendamente artificial. José Luis Alcobendas es un actorazo tremendo y aquí defiende como puede un personaje para el que de entrada le sobran años. Pero bueno, aceptando que todos menos Charo son mayores para sus papeles, Alcobendas defiende con sus propias armas un personaje montado a brochazos y dirigido para llegar a no se sabe dónde. Tanto él como Ernesto Arias demuestran su sabiduría en el escenario defendiendo personajes que se han montado con poco recorrido, acelerados, con una progresión escasa y que ambos buscan y defienden en medio del estrés emocional de montaje que les ha preparado Vasco. Jacobo Dicenta defiende con el mismo empeño que sus compañeros un personaje también reducido al tópico pero ni siquiera llevado al extremo, con lo que el resultado es más gris. 



Verónika Moral tiene todas las de perder. La sacan vestida como de tonta, con un vestidujo horrible, peinada fatal y con unos zapatos planos para no parecer más alta que la prota. Y su composición no sé si está marcada así o qué pero es básica, simplona. Parece la amiga sosa, la perdedora, la que no tiene carisma, a la que le quitan los novios y de la que se ríe todo el mundo. Va vestida, peinada y actúa como la amiga pava del grupo. Demasiada simpleza y poco atractivo para un personaje que obviamente te importa poco. 



Y Cayetana. Saca cuatro vestidos distintos monísimos. Se recuesta sobre el piano, posa, camina de un lado para otro como si estuviera en Cibeles, cruza las piernas cada vez que se sienta y adelanta un pie cada vez que se para. Anda, se para, anda, se sienta, cruza las piernas, se levanta, gira, se sienta, cruza las piernas, se levanta, se cambia, camina, se agarra al decorado, se recuesta en el piano, se atusa el pelo, se cambia otra vez, camina sobre unos zapatos con plataformas para ser la más alta, se sienta, cruza las piernas, se levanta, en un arrebato hace como que tira una silla, da dos gritos y hace como que se pega un tiro. Bueno, sí, se pega un tiro. Eso lo sé porque me he leído la obra. Y asombrosamente consigue hacer todo esto durante hora y media sin cambiar la expresión de su cara ni una vez. Y vocalmente tampoco me gustó nada. Estar haciendo un drama como este, ambientado como si fuera de época  no significa que haya que soltar aliento en todas las frases.    



Media entrada y respuesta justita y respetuosa de un público para el que esta propuesta se quedó fría, gélida, olvidable.        
         


2 comentarios:

  1. Recién vista aquí en Sevilla... fiel reflejo de tu opinión.
    Qué pena no haberte leído antes.
    Gracias.

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  2. En casos así es una lástima coincidir. Un abrazo y gracias por tu comentario

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