sábado, 16 de abril de 2016

María Moliner. Teatro de la Zarzuela.





La zarzuela es para señoras cardadas con abrigos de visón y sólo salen chulapas, joteros y corralas. Ay, no, calla, en qué estaría yo pensando... Mejor me quito el abrigo de prejuicios y empiezo otra vez. 
La zarzuela es, como cualquier otra arte escénica o como cualquier otro aspecto de la vida una cuestión de elecciones. Puedes elegir lo que haces, con quién lo haces y cómo lo haces. Daniel Bianco ha presentado en la Zarzuela esta obra, para la que habían encargado la partitura a Antoni Parera Fons y el libreto a Lucía Vilanova, la dirección musical a Victor Pablo Pérez y la dirección escénica a Paco Azorín, otro ser tocado por las musas. Y claro, ¿qué sale de todo ese mejunje? Una fabulosa obra impresionante, inolvidable e impecable lo mires por donde lo mires. 




Los aciertos en esta producción van en fila india, uno detrás de otro. La partitura compuesta por Parera Fons es virtuosa y preciosa de principio a fin. Mezcla estilos y referencias y conserva tanto una musicalidad embrujadora desde las primeras notas del piano hasta el final, como un respeto por el libreto y un trabajo ejemplar de creación de una obra como unión de varios elementos. La obsesión de María Moliner fue la palabra. Salirse de la definición académica y rígida de las cosas y buscar el "uso" de los términos; describir el entorno en el que se utiliza cada palabra y su significado e intención últimos. En este sentido tanto el libreto como la partitura debían demostrar ese mismo respeto por la palabra y permitir algo tan simple y básico como que se entiendan TODAS las palabras que se cantan o se interpretan. Por eso se huye de los momentos acelerados, precipitados o embarullados y se opta por el sosiego, la concreción y la intensidad. Y dándole al coro unas funciones inteligentes, recalcando lo que hay que recalcar y apoyando la parte metafórica de la obra. Magistral. Fantástica partitura en ese sentido y gran libreto que consigue "resumir" una vida y un planteamiento tan intenso en apenas diez escenas. Claro que ahí hay un problema. O una duda al menos. Me refiero a que yo conocía la vida de María Moliner. Y quizá por eso me enteré de todo, de su intento de ingreso en la RAE, de su enfermedad cruel y devastadora que iba diluyendo precisamente su memoria y su uso de la palabra. Aquí se me plantea una duda intelectual. No sé si para entender y recibir en toda su dimensión una obra debo saber algo sobre ella antes o si debo dejar que la obra en sí me lo explique. No estoy seguro de si habría comprendido todo lo que le pasó a esta mujer si no hubiera conocido antes su vida. No estoy seguro de si es misión de una obra, darte a conocer todo eso. No estoy seguro de si una obra debe pretender algo que no sea contar lo que concretamente te cuenta y dejarte llevar por la belleza y el poder de la música y la letra. No estoy seguro de si hay que pedir que cuenten más y mejor. No estoy seguro de si yo y mi conocimiento (muy superficial) completamos datos y rellenamos vacíos o si en realidad no hay vacíos y lo que se cuenta es lo que es necesario contar. La verdad es que no me importa. Lo que me importa es que disfruté, sufrí, lloré y me emocioné disfrutando de este espectáculo emocionante, respetuoso, justo y brillante en todos los aspectos. Eso es lo máximo que le puedes pedir a un espectáculo. 




Volviendo al tema de las "elecciones", el haber elegido a Paco Azorín para llevar a la escena esta obra creo que es de los mayores aciertos de la historia del arte. Únicamente tengo un "pero" y lo dejaré para el final, para no enturbiar. Azorín crea una escenografía útil, brillante y muy impactante y consigue colocar en medio a la pareja protagonista logrando que parezca un auténtico hogar. Maneja el movimiento escénico como un maestro y consigue un espectáculo asombroso. Al elegir a Azorín han dado en el centro de la diana. Ha sido la mejor elección posible. Demuestra, aparte de su genio por encima de los humanos, que la zarzuela no es de cardados y colonia "Joya". Mezcla además, nuevas formas ya desde los créditos iniciales. Utiliza técnicas de video creación en directo llevando de golpe la zarzuela al siglo XXI. Azorín crea un espectáculo a la altura de los mejores teatros del mundo y da una lección de que cuando uno ama lo que hace y tiene sensibilidad, conocimiento y sentido del amor, de la estética y se adentra en lo que hace hasta la médula, las fronteras de la creación son infinitas. De corazón digo que este espectáculo debería pasar a la historia de la escena.
El grupo de mujeres que rodean a María todo el tiempo son un grupo de actrices  de primera fila y eso se nota. Rocío Martín, Gadea Quintana, Vanessa Vega y sus compañeras crean un coro que envuelve, protege y persigue a la prota como si fueran las voces de su mente. Grandiosa creación que demuestra que hasta la última persona que pisa un escenario tiene que ser siempre necesaria y la mejor opción posible. Y en este caso Azorín ha elegido al mejor elenco que puedas encontrar. Exactamente igual que los actores, los caballeros oscuros y las voces acusadoras. El almanaque supone un punto poético que une perfectamente las acciones y que sitúan no sólo en el tiempo sino en el estado de ánimo. Cojonudos Gerardo López, Toni Marsol y David Oller. Fabulosas las académicas y Sebastiá Peris. José Julián Frontal cantó de maravilla, con dulzura, sabiduría y mucho peso y además demostró ser un grandioso actor. Un intérprete soberbio que debería prodigarse más por los grandes escenarios. Y María José Montiel absolutamente fascinante. Una voz impecable que manejó con una soltura casi vergonzosa y demostrando sobre todo, aparte del poderío vocal, que entiende, respeta, admira y quiere a su personaje. Gran, gran actriz. Ese final... por dios... Y bueno, Juan Pons. Qué decir. Uno de los grandes. Sale, se luce y encandila al personal. Grande.




Vestuario, iluminación, vídeo... todo es perfecto e insuperable. Cada uno de los responsables de esta producción deben sentirse orgullosos porque la obra que han levantado es un monumento a la figura de una mujer admirable, a su coraje, a su valentía y a su amor. Y un monumento brillante y bestial. Sin duda uno de los acontecimientos del año. Está claro, cuando eliges a los mejores, lo que sale es lo mejor. 
Maravillosa labor de Vicor Pablo Pérez al frente de la orquesta de la Comunidad de Madrid, que sonó y brilló como nunca. 

El "pero" ese del que hablaba antes... es una bobada en realidad, pero... esa escalera... me recordaba demasiado a la torre/convento de la "Suor Angélica" de Pasqual. Aunque reconozco que me encanta, jeje.  


            

2 comentarios:

  1. Qué maravilla David.
    Lo cierto es que Paco Azorín no fue llamado para dirigir éste proyecto; él es el ideólogo e impulsor!!! sin su iniciativa nunca se habría hecho.Bravo por él!!

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  2. ¡¡Ohhhh!!! Mejor aún; si ya tenía mi admiración, ahora se convierte en infinita!!! Gracias!!

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