sábado, 29 de octubre de 2016

Escuadra hacia la muerte.

Mientras teatros como La Zarzuela de esfuerzan por modernizar sus programaciones, otros como en el teatro de Tamayo y Baus parecen encaminarse hacia el talco y la naftalina. No hay forma de que salgan de ahí. Hace años, el teatro Federic... digo... el teatro María Guerrero era el puntal de la modernidad y lo arriesgado. Desgraciadamente lleva unos años cayendo en picado y salvo los ciclos paralelos que sí buscan proyectos arriesgados y más minoritarios, la sala grande parece empeñada en contentar sólo al público más conservador. Es lógico que un teatro público busque agradar el público mayoritario, pero en los 80 y 90 el teatro también estaba lleno. Ah, no, calla, que el otro día el teatro Federico estaba a medias. Ya. 



Seguir reivindicando la figura de Alfonso Sastre es elogiable y justo. Ya se intentó el año pasado en el otro gran teatro público madrileño y no resultó muy bien. Está claro que lo mejor que se podía intentar este año si se quería insistir con Sastre es buscar un director que lo lleve por otros caminos más... actuales. En ese sentido, la elección de Paco Azorín me parece un gran acierto. 
Personalmente quizá el trasladar la acción del zulo de la España posguerra a un futuro incierto y casi postapocalíptico no sé si me convence. Igual se podría haber situado en la España de hoy mismo, víspera de la investidura dura. Pero en definitiva es una decisión del adaptador y director y por tanto, totalmente respetable. Sobre todo porque es coherente con todo lo que vemos. Por tanto perfectamente válida. 



Paco Azorín adapta el texto de Sastre, crea una escenografía realmente impactante y muy expresiva y agobiante y además dirige a este grupo de actores. Quizá los insertos Brechtianos me sobren, pero bueno. Ilustran bien y reinciden en el mensaje. Eso sí, el vestuario y el atrezzo sí deberían estar más... vividos. Las botas tiene las suelas demasiado nuevas, la ropa está demasiado planchada y limpia y el atrezzo parece que lo están estrenando. 
Azorín mueve bien a los actores, crea una atmósfera inquietante e irrespirable y consigue darle un ritmo a esta función acertado. 
El elenco me parece irregular. Hay varios actores que directamente me resultan increíbles y afectados. Sin embargo, es destacable el trabajazo de Jan Cornet y de Iván Hermes. Cornet crea un sufridor atormentado y frágil que te dan ganas de subir al escenario y protegerle. Para mi gusto está fantástico. Es un auténtico ser vivo. Iván Hermes vuelve a demostrar que es uno de los mejores actores del país. Su creación está llena de vida y de potencia. Cuando habla, cuando está activo y cuando escucha, cuando recibe y cuando calla. Eso sólo lo hacen bien y con carne los actorazos de raza. Unax Ugalde empieza bien pero se le va. 



En definitiva, creo que el montaje funciona, los actores lo dan todo y unos cuantos funcionan de maravilla y la dirección de Azorín creo que salva este espectáculo de ser un fiasco. Y aunque me llaméis salvaje y hereje, creo que el principal lastre es el propio texto de Sastre o quizá la adaptación, que no levanta el vuelo y no logra llenar de interés la hora y media que dura el espectáculo. 

     

3 comentarios:

  1. Cada vez quw toca María Guerrero... Voy cruzando los dedos!! Ladtina de teatro!!

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  2. Lázaro Carreter está llorando por tu uso indiscriminado e innecesario de los puntos suspensivos. El montaje no funciona por el uso de una grandilocuencia y un distanciamiento brechtiano mal entendido.

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    1. Gracias por tu mensaje. Estaré más atento en mis siguientes comentarios.

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