sábado, 25 de mayo de 2013

"Muda" de Pablo Messiez. El Sol de York.

Que al entrar en la sala te reciba un pobre hombre canturreando canciones de su tierra y dispuesto a ahorcarse ya te está marcando de qué va la cosa. Empezamos con el listón arriba de cojones.
Aclaro que no me he colado. He puesto como título "Muda de Pablo Messiez" porque para mí ese es el título real. Esta como pocas es una obra de autor e incluso en su título debería remarcarse la autoría. Autor no como escritor, sino como creador, como pensador, como médium entre el corazón y la palabra. Y como él no va a cambiar el título, lo cambio yo.
La sala es ingrata. A ver, el concepto mola todo, el sitio es chulo, cómodo, la gente maja, y enseguida se ha convertido, merecidamente en una de las principales salas de Madrid. Pero es ingrata. El escenario es jodido. Pero en este caso hasta viene bien. Las "columnotas" ayudan a la historia, y ese aspecto desvencijado acentúa el "espíritu" de la función.
Y vamos al lío. Tras el recibimiento del suicida, siguiente acierto. Fundidos a blanco. No a negro, no, a blanco. ¿La realidad dada la vuelta? ¿La luz es lo ajeno y las sombras lo que realmente importa? Ya sé que no es un elemento nuevo, pero aquí es también un hallazgo. ¡¡Y llevamos medio minuto de función!!
Los actores pasan impunemente por los laterales antes de incorporarse a la acción. Por tol morro. Pues sí, por qué no. ¿Acaso no sabemos que es falso, que es una obra de teatro y que esos actores en realidad están interpretando unos papeles? Pues eso. Y aparecen tres personajes que poco a poco nos van a desvelar sus capas, sus soledades, sus intentos de compartirlas, sus secretos, sus miedos. Todo con prácticamente monólogos. El interlocutor es mudo, no responde, e incluso casi ni gesticula, así que, como si fuera una terapia, empiezan a vomitar poco a poco lo que les pasa. Genial idea y gran problema de dramaturgia poder conseguir que ese proceso sea natural.  Y descubres poco a poco que bajo sus trajes mundanos se esconden tragedias y miedos que inundan de soledad el teatro. Son tres seres solos que deseas que acaben uniendo sus soledades aunque no sepas cómo lo van a conseguir. Y lo hacen con un hecho casi folletinesco, de culebrón, pero otra vez más, Messiez lo hace de tal forma que en vez de pensar "anda, majo, te has pasao", lo asumes con tanta naturalidad que se te encoge el corazón. Y las cosas como son, plantarte por tol morro un canción de Nina Simone y tenerte de pronto tres minutos con la lágrima colgando e hipnotizado en ese momento tan crítico para la paciencia del espectador, es de ser un genio. Y en esos tres minutos de canción, ni una tos, ni un carraspeo, todos en nuestras butacas acurrucándonos y queriendo un abracito. Hay que ser muy bueno para hacer eso.



Y los actores... qué digo yo ahora. Oscar Velado. En un principio no parece que tenga mucha enjundia su personaje. Es lo que es. Pero en sus monólogos vas descubriendo a un ser solo, lejos de sus raíces, frágil, y en la escena de la anécdota del jabón y el padre te quieres morir del gusto. De los momentos más mágicos de la función. Mi padre murió hace años, y mi relación con él está en un plano irreal que me hizo entender exactamente lo que decía Oscar. Y te dan ganas de subir al escenario y abrazarle. Fabuloso de principio a fin. 
Marianela Pensado es una bestia. Sus silencios, sus gestos, sus miradas, cómo escucha, cómo habla, como mira, cómo toca las cosas... brutal.
Y Fernanda Orazi. Marca un personaje a un paso de la farsa en toda la primera parte. Es una mujer sola, presa de la verborrea para ocultar sus faltas. Increíble cómo habla en todo el principio. Habla a toda pastilla, pero no atropelladamente ni de forma histérica, sino con una verborrea natural que enmascara lo que realmente le pasa. Un silencio con ella sería un hueco por el que entraría sus auténtica realidad, su soledad, su mirarse en el espejo del subte y verse fea, gris, débil y sola. Y eso sí que no. Por eso habla. Y en un tobogán emocional pasa de ese tono al drama profundo y de entrañas y te deja helado. Ese alud emocional que sufre Fernanda sólo lo hacen natural y creíble las más sabias actrices.
Bueno, no voy a insistir en mis debilidades por Monsieur Messiez, por la Orazi, y desde ahora por Marianela y por Oscar, porque va a parecer que me pagan por decir estas cosas. Solo digo, que cualquiera que tenga un mínimo de corazón, que sepa lo que es sentirse solo y que se arrugue escuchando a Nina Simone, debe ir a "El Sol de York" ya mismo.

4 comentarios:

  1. Leyéndote apetece no salir del teatro. Un abrazo.

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  2. Con espectáculos como este, yo me pondría una tienda de campaña y lo vería una y otra vez hasta el infinito... y más allá.

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  3. David, yo también estaba anoche, me ha emocionado mucho lo que escribes, bueno yo sigo emocionado desde anoche realmente. También perdí a mi padre, bueno no lo conocí y hubo momentos que se me encogió tanto el corazón que me ahogaba, hasta que rompí a llorar. No puedo estar más de acuerdo con la genialidad y admiración a este equipazo, que lo son! Me he quedado flipado al encontrarme con tu foto de este blog de Radio España, tengo varias iguales con el mismo fondo de cuando mi padre cantaba allí... Algún día me gustaría que me contases sobre esa experiencia, pues ya te digo tengo sólo fotos de mi padre actuando, pero no lo conocí, murió antes que yo naciera. Un abrazo y felicidades por el post ;)

    Alberto Piedrabuena

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  4. ¡Genial, David! ¿Podría ser de otra forma, querido?

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