sábado, 18 de marzo de 2017

Furiosa Escandinavia. Sala Margarita Xirgu.

Somos lo que contamos. Cierto. Y fuimos lo que podamos recordar. Y seremos lo que nos recordarán. 




Una de las grandes obsesiones del hombre es la herencia. El por qué estamos aquí, aparte de por la conjunción de unas células. En cierta forma si somos es para dejar algo, seremos lo que dejemos. ¿Existió un hombre llamado Alejandro de Avellaneda que vivió en 1643? Quizá sí, quizá no. Si nadie le recuerda, ¿existió realmente? Ese afán de dejar algo, aunque sea un recuerdo es nuestra trascendencia. Desaparecer pero dejar una huella, dejar algo detrás. 
Hay momentos en la vida en los que la línea de calma, la "distancia de rescate" se rompe. Y flaqueamos. Ante lo imprevisto no sabemos reaccionar. Un accidente, una muerte inesperada, una ruptura, o cuando perdemos el control. En esos casos recomponemos mentalmente una y mil veces todo lo que pasó buscando la fractura, el "momento" en el que se nos fue, en el que todo pasó. Tras una ruptura reconstruyes noches de amor, encuentros, besos, caricias, momentos dulces, todo lo bello buscando la grieta. Lo inexplicable necesita una explicación. Ante un abandono, recuerdas una y otra vez los mismos escenarios y cada vez añades, decoras y aumentas lo que quieres pero sin querer. Cada recuerdo, siendo el mismo es nuevo, distinto, caprichoso. Y todos son verdad.
Los recuerdos son la mejor forma de reconstruir tu historia. La que ha pasado y la que no. Recordando recompones piezas sueltas, creas otras y todas te las acomodas como buenamente puedes para que te ayuden a vivir. O a sobrevivir. Por eso Erika reconstruye una y otra vez el momento, la puta cena en la que se le fue de las manos. Esa cena en la que el anuncio de una vida nueva destruyó la suya.
Erika trata de olvidar. Acaba de romper. Mejor dicho, la han abandonado y necesita olvidar para preservar ese amor como algo puro y para poder seguir viviendo.  Erika va a abrir su propio mapa de carreteras. Marilyn en "Bus stop" y Victoria Abril en "Átame" abrían sus mapas con sus viajes vitales. Erika abrirá el suyo, ese mapa "difícil de abrir, difícil de interpretar e imposible de volver a plegar". Erika necesita olvidar para sobrevivir. En ese viaje contará con Balzacman, un vaquero nihilista que saldrá a buscar a su propia Odette aunque Odette sea simplemente T. Erika necesita olvidar aunque sea mediante la pastilla esa que "bloquea el recuerdo chungo, lo aparta y lo elimina gradualmente". Con la segunda pastilla el coco recupera como pueda los trozos esparcidos por el espacio y los recoloca pero como le sale, distorsionados, caprichosos. Por eso la cena nunca será igual. Y por eso nunca sabemos cuál es la cena real. Una cena sin copas. Total, ¿quién las necesita para el recuerdo? 




Otra vuelta de tuerca más: ¿y si Pablo fuese T.? ¿Y si Pablo fuese el amante de Erika? ¿Y si Pablo se hubiese tomado la pastilla del olvido y ahora estuviese recomponiendo él también su propia vida? ¿Y si Pablo estuviera buscando a su Irene en T.?¿Es posible que Pablo hubiera sido amante de Irene, ella le hubiera dejado, él se hubiera tomado la pastilla y ahora estuviera recomponiendo la historia él también? ¿Y si Erika y Pablo se han vuelto a encontrar de nuevo tras sus olvidos comunes? Esa postal... no una carta, sino una postal. Una postal que escribe Pablo.
En esa cena eterna comparten vacíos y vino con sus amigos, Lucas y Sonia, una pareja de maniquíes que deambulan, se miran, se cruzan y se evitan. Lucas busca a Sonia, se ofrece a ella pero ella ni le mira, está vacía. Sonia lleva dentro el germen de la vida de Lucas pero hace tiempo que está muerta. Fértil pero muerta. Llena de él y vacía de él. Ellos no cambian, ellos repiten su ritual gélido e "infértilmente" fértil. Es el vacío de alguien que no saldrá a las calles a buscar a su Odette, que no buscará su tiempo perdido. 

Este rompecabezas hipnótico y desolador tiene unos alicientes escénicos que lo hacen IMPRESCINDIBLE. Voy por partes.   




Lo primero, voy a sacar una falta.
Antonio Rojano parece que está abonado a las salas pequeñas. "La ciudad oscura" en la pequeña del teatro ese que antaño fue glorioso y ahora es un museo. Y ahora "Furiosa Escandinavia" en la pequeña del Español. Y "Furiosa" es un espectáculo para la sala grande. Para la más grande, para una sala en la que se produzcan los milagros y las apariciones divinas. SE MERECE UNA SALA DESCOMUNAL.
Alejandro Andújar y Lola Barroso se encargan de crear una escenografía y unas luces que parecen sacadas de un cuadro hiperrealista. La escenografía es descomunal, nórdica, fría, desolada, acojonante y fantasmagórica. Un trabajazo apabullante tanto escenográfico como de luces y sombras.
Ana Rodrigo lo viste de forma natural y espontánea. Maravilla. Bruno Paena crea unos visuales mágicos y desoladores. Luismi Cobo vuelve a crear otra joya más. Un espacio sonoro de los invisibles y una música estremecedora y gélida. 
Víctor Velasco organiza todo el mejunje, dirige desde el lugar preciso y pone cada detalle en el punto justo que necesita el textazo descomunal de Rojano. Brillante. 


Y dando la cara, David Fernández "Fabu" y Sandra Arpa. Sólidos y precisos. 




Y brillando con luz propia la gran Irene Ruiz, que ya deslumbró en "La ciudad oscura". Irene es Sonia y es Agnes. Dos mundos, dos potencias y dos personalidades. La mujer llena y vacía, la amiga amargada pero naif, la madre y amante gélida y muerta en vida y por otro lado la potencia, el impulso, la energía desbocada del primer impulso, esa Agnes de ensueño, sacada de una peli de Lynch. 




Y ahora todos en pie porque voy a hablar de Francesco Carril. Es imposible definir lo que hace. ¿Cómo se puede definir la perfección? A ver, yo estaba sentado en la fila 1, a treinta centímetros de los actores y te digo que lo que pasaba por dentro de Francesco era VIDA. NO estaba interpretando sino que estaba sirviendo de medio para traer a la tierra lo que estaba pasando en otra dimensión. Como un médium. Pablo estaba realmente ahí, viviendo en el escenario. Todo lo que hace es PERFECTO, desde respirar a cada pausa, a cada gallito, a cada sonrisa, a cada nota grave, a cada mirada, a cada escucha, a cada reacción, a cada percibir el aire... TODO es prodigioso. 

Resumiendo: actores brillantes, una música, una escenografía, unas luces, unos vídeos, un vestuario y una dirección perfectas. Y sobre todo y por encima de todo, Francesco Carril y el texto acojonante de Rojano. Un monumento bestial con millones de vueltas y capas. Si en escena conviven varios planos temporales, espaciales y de realidad, imaginación, recuerdo, creación, supervivencia, humanos y vitales. Un texto para estudiarlo y rascar, rascar y rascar durante horas, días, semanas. 
Cada coma es un recoveco y cada renglón un escondite donde habitan posibilidades. ¿Quién es quién? ¿Cuál es la verdad? ¿Qué pasó en realidad? ¿Importa? 

Las fotazas fascinantes son de Javier Naval y espero que no le importe que las use.      

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