sábado, 4 de marzo de 2017

Vientos de Levante.

El levante es el viento más puñetero. "Destroza nervios, ilusiones y cristales". Es cierto, cuando sopla levante es mejor quedarse en casa y cruzar los dedos para que pase pronto. 

Sinceramente creo que en esta ocasión, el alma de este trabajo de Carolina África está compartido. Carlos Matallanas es un origen, un referente y una inspiración casi vital. 
Frente al levante lo mejor es cobijarse en casa. Y frente a una enfermedad terminal también. No digo cerrarse, sino buscar calor, sentir calorcito, seguridad, afecto y hogar.
Carolina África es la brillante autora de este texto. También lo dirige. Afortunadamente. 
En el texto de Carolina están todos los ingredientes que hacen de este un textazo universal y eterno. 
Cuando a un ser humano vivo y sano le dicen que la suerte ha hecho que la enfermedad le toque con su varita cruel, el mundo es posible que se derrumbe. En ese momento puedes optar por dos caminos igual de respetables. Puedes hundirte y no asumir que junto a la vida va pegada la muerte o puedes intentar buscar calor. Puedes optar por intentar asumir que la puta casualidad ha hecho que la célula pocha te toque a ti, que la vida va a tener un fin quizá más programado que el de los demás y que eso no significa que dejes de gozar del sol, de la paz, de un vino, de una puesta de sol o de un beso relleno. 



Carolina es Ainhoa, una mujer a la que se le tambalean sus andamios. Trabaja escribiendo, que es lo que más le gusta del mundo, aunque no escribe de lo que ella quiere o necesita. Va a buscar a su amiga Pepa, una psicóloga que trabaja en dos centros, en uno con enfermos mentales y en otro con enfermos terminales. Pepa vive y goza sin muchos límites en dos mundos distintos y cercanos. Por las mañanas con seres que viven separados del mundo por una delgadísima frontera y por las tardes con seres que tienen el fin de sus días a la vista. Unos y otros viven al margen de tontunas, han tamizado preocupaciones de celofán y miedos sin gluten. Los locos dicen verdades sin tapujos y los enfermos viven intentando gozar y protegerse. Yo he tenido muy, muy cerca a un enfermo terminal y en esos años pude comprobar que la serenidad es una forma de vida y que la compasión es caca. Los sanos sufren a veces por egoísmo. Lícito, pero egoísmo.  
Carolina habla desde la normalidad. Sus personajes están vivos, son reales, dicen palabras cotidianas, construyen frases reales y cercanas. Al meterse en temas propicios para los edulcorantes, colorantes y conservantes, toma la mejor postura posible: olvidar las frases de carpetera, la actitud condescendiente y asumir que vida, muerte, salud, enfermedad, cordura y locura son circunstancias cercanas, puntuales y caprichosas.
Las situaciones son reales, vivas, terroríficamente habituales y no usa artificios para buscar la lágrima (la condescendiente, esa repulsiva) sino que la lágrima sale sola porque Carolina, se pone y nos pone en la Tierra. Nos presenta a la vecina de arriba, a nuestra prima o a nosotros, nos abre un orificio y nos hace una endoscopia emocional salvaje a la vez que delicada y respetuosa. Nos coloca al lado de unos seres removidos por muchos levantes. O la locura, o la enfermedad o el vacío. Esos levantes trastocan a los personajes pero siempre desde el amor a la vida. 



Hace muchos años yo trabajé en un centro de discapacitados mentales, Down, paralíticos cerebrales, etc... y en una asociación con enfermos terminales. Los levantes con los que vivían muchos de ellos no les tenían torturados. Muchos optaron por vivir con la vista puesta hacia delante. Otros no, normal, otros estaban hundidos. Cada uno vive sus circunstancias desde donde quiere y como buenamente puede. Los héroes no son los que luchan ni los que se curan; los héroes son los que viven como quieren o pueden sin querer hacerlo de otra forma. Los personajes de "Vientos de levante" miran serenamente hacia el horizonte. Con una naturalidad que es la que mueve. Ahí está la grandeza del texto de Carolina. En no mirar con tristeza ni con condescendencia a nadie y hablar desde la calle, desde la verdad verdadera y con las palabras que usamos día a día. Por eso su endoscopia nos taladra, porque habla desde la verdad. 
Esa filosofía la lleva a la puesta en escena de forma ética. Ese detalle aparentemente tan sencillo como es agitarse el pelo con las manos para escenificar  el viento es magistral. La complicación, el artificio escénico se salva con un recurso naif, te agitas el pelo tú misma con las manos. Ya está. Sin herramientas, sólo con verdad. Con lo más sencillo. A eso yo lo llamo posicionamiento ético. Ese gesto resume lo que quiere Carolina y cómo lo quiere. Frente a lo complicado, sencillez. Pa qué más.
Cuenta además con un reparto glorioso. Paola Ceballos, Jorge Mayor, la gran Pilar Manso y un inmenso Trigo Gómez junto con la propia Carolina son un ramillete de gentes normales. Intérpretes potentes y serenos, descomunales y cercanos. Odiosos, repelentes, adorables, débiles, defendiéndose de la vida como buenamente pueden. Para comértelos vivos. 



Esto es teatro. Historias que mueven, que conmueven. Teatro sin artificios, sin apoyos. Historias, seres vivos, actores reales y un resultado tan real como vivo. Teatro con mayúsculas que merece y tendrá seguro un larguísimo recorrido. Este es el teatro que queremos ver en los grandes escenarios, teatro del grande.     

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