miércoles, 24 de abril de 2013

La cena. Cuarta pared.

Ya lo he dicho otras veces e insisto ahora. Si te metes en un berenjenal, tienes que saber resolverlo.
En este espectáculo, antes de comenzar, te separan por grupos y tras una pequeña encuesta el público decide las "vidas" y los "objetivos" de cada personaje. Hablo desde lo que yo viví. Elegimos unas directrices para "nuestra actriz", que aparte de que fueran más o menos interesantes, debían formar parte del una improvisación basada en esas directrices. Por supuesto la gente eligió cosas cachondas o picantonas (así somos) y a continuacion, los actores debían juntarse en una "cena" y dejarse llevar por lo que cada personaje tenía marcado en su encuentro con el público para ver qué pasaba.
Hasta ahí ya llevábamos una horita larga en el teatro.
Y entonces empieza por fin "la funcion".



Los pobres actores, más vendidos que vendidos empiezan a intentar meter con calzador sus "premisas" en una especie de caos sin sentido, principio ni fin. Y es que hacer una improvisación puede estar bien como ejercicio para acercarte a tu personaje y para entender mejor cómo y por qué interactúas con el resto de personajes y desentrañar los conflictos del texto. Pero ya está. Es un ejercicio.
Acciones y reacciones que no se corresponden, actores intentando soltar frases que identifiquen lo que antes les hemos dicho pero que acaban pisándose unos a otros sin oír lo que dice el compañero... en fin, un caos sin sentido que empieza forzadamente y mal y acaba como el rosario de la aurora. Incluso los pobres, cuando deciden que hay que acabar (tras hora y media de batiburrillos que hacían bostezar), van, acaban y aguantan el tipo durante los escasos aplausos con cara de "vaya churro que nos ha salido". A lo mejor hay días en los que eso funciona, pero desde luego, el día que fuimos nosotros, no. Quizá sería más productivo que esas cosas las hicieran antes de cobrarte 12 euros para hacer de cobaya en un experimento que no funciona.

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