miércoles, 2 de julio de 2014

Yernos que aman. La pensión de las pulgas.

Un cupcake en el fondo no es más que una magdalena de toda la vida pero con costra de colorines. Y una vida enferma, por muy decorada que esté, es una vida enferma.
Este es el segundo espectáculo que veo de Abel Zamora y debo confesar que ha ganado muchísimos putos conmigo con este segundo. Y no es que el primero no me gustara, pero me dejó un poco bluf.
Pero ahora de lo que se trata es de hablar de "Yernos que aman", no de otras obras, así que... al lío.

SPOILER


Retrato de familia revenía y desestructurada en la que el poder lo tienen casi tanto las ausencias como las presencias. La ausencia del padre provocó que en su momento la madre huyera y ahora haya vuelto envuelta en ansias de cubrir las necesidades de todos menos las suyas propias. No deja de ofrecer un cafetito, o una mandarina, o un bocadillito, aunque no tengas hambre. Que no te falte de nada, que bastante te ha faltado hasta ahora. Esa Mamen García se siente culpable por no haber estado. La ausencia del padre queha marcado su vida. Y su deseo de amar, o de ser querida. Ausencia de auto estima es la que siempre ha tenido esa pobre María Maroto, carente de personalidad, amor propio, dignidad... aunque sea la única que tiene un hada madrina. Ausencia de escrúpulos de Juan Caballero, asqueroso hijoputa sin redención posible. Aunque igual la suya sólo sea una forma diferente de amar. O de calentarse. A saber. Claro que esa crueldad está bastante alejada del amor. O no. Ausencia de horizonte y de sentimientos la de Mentxu Romero, tiranizada, cabreada con el mundo menos con su ogro particular, ausente de humanidad y de sentimientos. Incapaz de llorar la muerte de su hermano. Ausencia la de Marta Belenguer. De respeto, de amor, de confianza, de humanidad. Incapaz de aceptar un fracaso, patea la pierna del ser al que culpabiliza de todos sus males, un ser indefenso y falto de dignidad, sí, pero más honrado. Ausencia gorda la de Abel Zamora. Él es el yerno y ha perdido a su amor. Se le ha muerto su enamorado, la razón de vivir. No soporta su ausencia, aunque su "presencia" sea... algo más que cruel. 



El tremendo daño que provocan las ausencias en absolutamente todos los personajes no es nada comparado con el daño que provocan las presencias. Todos ellos tiene a alguien al lado o cerca que les destroza la vida y les hiere más que las ausencias torturadoras que cada uno sufre. Aunque sea "por amor".
Todos los actores están fantásticos. Cada uno con su registro y en su parcela están magistrales. Mención especial para Juan Caballero, un todoterreno que lo mismo te salta de un coche en el que recoge a una autoestopista a una pelu o a Génova y siempre parece que es su hábitat natural. Es acojonante la facilidad con la que cambia de registro este portento de actorazo. Por no hablar del mazazo que te provoca tras ese golpe en la mesa, cuando aparece su verdadero "yo". Bestial. David Matarín está pa comértelo, pero claro, tiene el papel bombón. A Mentxu Romero en cambio, la vuelvo a ver metida en unos vericuetos emocionales  en los que no la veo cómoda. Se esfuerza por llorar, pero no es orgánico lo que le sale. Me temo que va tener que seguir buscando. Que quede claro que no cuestiono su inmensa capacidad como actriz, ni mucho menos, pero para mi gusto, los directores la meten en terrenos emocionalmente muy densos pero es como si la dejaran sin herramientas. La teoría esta clara, pero no termina de dar con los recursos para hacer de esos torbellinos algo realmente integrado.



Y el gran mago de toda la función es el autor, director y actor Abel Zamora. Claro, como es el que manda, se da el gusto de montarse su momentazo con banda sonora y coreografía. Olé. Y muy bien que hace, ya te digo, yo haría lo mismo. Se merece el momentazo por ser el artífice de que todo este embrollo que bordea el esperpento en todo momento, se quede ahí, justo en el límite del abismo. En el punto ideal para hacer de esta función un gustazo para TODOS los sentidos. Bravo, bravo y bravo. La única objeción que le pondría a su trabajo es que tiende a volverse un poco espeso en algunos momentos. Vamos a ver, estamos ante una familia casi "almodovariana", incluso con citas, referencias y golpes que quizá de forma un poco pretendida, mantienen este dramón en un punto de irrealidad interesante. Pero tiende sin embargo a volverse dramático y transcendente y ahí, al cambiar el registro, se diluye un pelín. Elegir el sitio desde el que se quieren contar las cosas es tan importante como las propias cosas que se quieren contar. Y dominar el cambio de registro sobre la marcha es muy, pero que muy jodido.Y mantener el interés durante casi dos horas con esa mezcla de tonos, registros, distancias, puntos de vista e incluso de estéticas... más jodido todavía.

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