domingo, 7 de septiembre de 2014

Otelo. Bellas Artes.

Mira que soy partidario de meter tijera con Shakespeare. Vamos, que no me parece ningún sacrilegio talar y cargarte esas escenas que escribía entre soldados, o mesoneros, todo eso que estaba de relleno y como para dar trabajo a todos los actores de la compañía. Pero claro, entre podar un poco un Shakespeare y dejarlo en una cosa acelerada, borrando la mitad del proceso que lleva a Otelo del amor más brutal al más brutal asesinato de su amada es muy distinto. 
Creo así, para empezar, que Yolanda Pallín no ha acertado con su versión. Ha dejado la estructura tan escasa, que no se justifica el cambio de Otelo ni su decisión de matar a la pobre Desdémona y el hombre acaba pareciendo un chinado al que le da un brote un día. La terrorífica manipulación de Yago queda reducida a dos o tres momentos que no justifican para nada la decisión del moro. 
La escenografía es pobretona y obliga a los pobre actores a dar vueltas y a intentar justificar entradas y salidas de una forma cruel. Bajan de vez en cuando al patio de butacas no se sabe muy bien ni por qué ni a qué. La dirección en general es errática, sin un punto de vista claro y permitiendo que los actores vaguen cada uno en un tono distinto. 



Los actores... digamos que campan un poco a sus anchas llenos de tics, recursos fáciles, gestos exagerados, expresiones faciales... curiosas y rimel para dar y tomar. Y el momento de la muerte de la pobre mujer... sonrojante.
En definitiva, versión pobre y no muy acertada, dirección errática y reparto más errático todavía y campando a sus anchas en un montaje que desde luego no pasará a la historia de las adaptaciones de Shakespeare.

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