lunes, 29 de octubre de 2018

Generación WHY. Teatro en Vilo.

El teatro es algo tan mágico e intangible, que a veces basta un gesto o una mirada para que se produzca el milagro. Y en "Generación Why" hay uno bestial
Pero mejor empiezo por el principio. 



Andrea Jiménez García nos recibe, convertida en una voz en off, casi como la voz de un dios o de nuestra conciencia y nos presenta a tres mujeres, tres actrices, tres chicas en torno a los treinta, que van a participar en el espectáculo que vamos a ver. Y aparecen Chiara Goldsmith, Noemí Rodriguez y Roisin O'Mahony en escena. Una a una, porque son individuos. Bailando porque son felices. Mientras nos cuentan un poco su trayectoria hasta aquí, porque tienen un pasado y son un presente. 
Pero esa imagen happy, esa energía positiva, optimista y brillante de alguien que disfruta de su presente de pronto se tambalea cuando las someten a una pregunta en apariencia simple o inofensiva: ¿qué quieres para tu futuro? 

Chiara, Noemí y Roisin bucearán por sus pesadillas, verán que soñar es jodido cuando lo que se espera de ti es indefinido y que si la herencia que les dejaron sus padres está tan envenenada como un bombón el 28 de diciembre. 



Porque la generación anterior, la que ronda los 50, la que nació en el famoso año 68, el del mayo, el de los jipis (viene así en la RAE, lo juro), el del me la chupas y te debo una, no dejó un mundo muy colocado que digamos. Aunque tampoco lo hizo (lo hicimos) tan mal. Como todos, hicimos lo que pudimos. Y así está el mundo. Y así están ellas, con una sensación de responsabilidad que las aprisiona, con una sensación de que deben hacerlo bien y enderezar el mundo caótico que les hemos dejado y con el que no pueden. 
Yo soy de esa generación y también sentí lo mismo. Y sentí la misma responsabilidad. Y sentía que estaba en mí mejorar el mundo. Supongo que quizá nos pasa a todos cuando pasamos del jijijaja a ver que tenemos que pagar un piso, tener un curro y que el futuro ya es el presente. ¿Madurar? ¿Hacerte dueño de tus responsabilidades? 
La vida es ir cambiando el banco en el que te sientas en la iglesia. Empiezas en brazos de tus padres al bautizarte, luego entras estirado el día de la comunión, luego te sientas en el banco de los amigos de los novios, luego en el de los amigos del bautizado, luego en el de los hijos del padre muerto y después en el del viudo/viuda para acabar siendo de nuevo el prota.
Estas tres actrices están cambiando de banco y sienten una angustia y una ansiedad de esas que te cortan la respiración o que te hacen salir corriendo, como Roisin. Bueno, las tres no, las cuatro, porque Andrea, desde su aparente lugar de poder, tampoco sabe manejarlo con la soltura que ella esperaba y también termina sorteando imprevistos e improvisando soluciones. Como hacen ellas, como hacemos todos, como hace la generación why, la X, la grunge, la perdida, la del 27, la mía y la de mis abuelos. Porque finalmente ellas verán que bastante tenemos con el presente como para preocuparnos por el futuro. Ese final luminoso nos salva. Las salvaa ellas y nos salva a los demás porque es verdad; si quieres ser Julieta, serás Julieta. Y si ahora no sabes, da igual, vive el ahora. Que con vivir tenemos bastante.



Miguel Ruz ilumina de maravilla el escenario casi desnudo que viste María José Martínez con un par de elementos y ya. Andrea Jiménez dirige a estas tres bestias pardas de los escenarios y crea con muchísima solidez un espectáculo vibrante, luminoso, tierno, amargo, positivo y muy conmovedor. Manejar el ritmo, dosificar los mensajes, frenar en el momento preciso y transmitir la transcendencia del recado mediante la aparente intrascendencia de la forma es un reto durísimo. Y Andrea demuestra un dominio abrumador. 



Chiara y Soisin son una pareja perfecta, tienen un poderío aplastante y un morro increíble. Se mueven con soltura por la farsa, la ternura o el dramón. Y todo de maravilla. Por Noemí Rodríguez siento debilidad. Si en "Interrupted" se metía la público en el bolsillo, en "Generación Why" vuelve a hacerlo pero sin egoísmos ni chupando cámara. Es que Noemí es un manual de registros. Es incapaz de sentarse en el suelo de forma normal, ALGO hace que convierte es simple gesto en un puro desparrame. Su monologo en el que habla de lo que soñaba y lo que ha conseguido, de lo que le gustaría ser o tener o desear en el futuro y la realidad es de una amargura y de un descojone digno de Buster Keaton. Te dice con toda naturalidad y desde la verdad más absoluta que le gustaría "tener mucho, pero saber conformarse con poco" y se queda tan ancha. Es de una amargura casi dolorosa y de una ingenuidad casi igual de dolorosa. Es un ser PRIVILEGIADO y de una inteligencia DESCOMUNAL. Ya querría yo pa mí un mínimo del talento que tiene esta mujer. 



El momento turbante (no quiero desvelar nada) en el que se encuentran el futuro soñado con el presente conseguido es de una dureza aplastante. Ayudada por una luz hermosa y una réplica generosa, Noemí consigue que desaparezca la sala y te metas es un mundo real, amargo y desolador. El de los sueños que se han dado de morros con la puta realidad.  


 Ah, el momento que decía al principio es uno muy sencillo pero desolador. 
Andrea dice algo sencillo: "a veces pienso que el verdadero valor es mirar y dejarse mirar". Y en ese momento Chiara y Noemí giran lentamente sus cabezas y miran durante un instante mínimo al público. A oscuras. Y a mí en ese momento el alma se me resquebrajó de arriba a abajo. 
Eso es el milagro del teatro. 

            

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