sábado, 20 de julio de 2013

Conferencia optimista, de milagros y maravillas. Matadero. Fringe 13.

Segundo espectáculo de Fira Tárrega y segundo acierto.
Yo ante una compañía como Fundación Collado-Van Hoestenberghe que se define como "asociación con ánimo" ya me entrego así, sin empezar.
El arranque ya te deja flipado. Lo del rabo de la pera es tan cierto como desestabilizador. A mí se me cayó la mandíbula y no la pude cerrar hasta el final. O incluso después.



Bárbara canta, toca de todo y hasta baila ese baile frenético que me recordaba algún vídeo clip de los ochenta. Todo con un toque naif que te embruja. No sabes si las canciones son bobas ni si canta mal. Puede ser, aunque yo creo que nada es casual, ni canta mal ni mucho menos las canciones son tan chorras como puede parecer.
Ernesto Collado aparece con las orejas tapadas con cinta aislante (porque tiene desprendimiento de orejas, dicen, jajaja) y se empuja una jarra de zumo de sandía y pera por tol morro antes de empezar. Y lo que parece que va a ser un monólogo tipo club de la comedia descubres al instante que es un ejercicio naif (usaré esta palabra muchas veces en este comentario, porque es la que mejor define lo que vi) de comicidad unida a filosofía cotidiana (la relación entre los bolis BIC y los mecheros) y a filosofía casi universal y a metafísica (el Dios garbanzo gordo subido en una mobylette o las fotos en los espejos). Momentos de autoreflexión mientras ves una foto y escuchas al autor. O ese momento John Wayne irrepetible (qué fácil puede ser convertirte en otro) Y ese momento Montaigne, que Collado lee de fábula... pero pa dentro.
En definitiva, una horita llena de ingenio, humor de los hermanos Marx, inteligencia, varias dimensiones de comunicación juntas, diversión, drama de andar por casa (y de sufrir en casa) y una inteligencia que rebosa en cada palabra, en cada gesto y en cada elemento que hay en escena.
Y yo me declaro públicamente desde este momento superfan eterno de Ernesto Collado.

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