viernes, 6 de septiembre de 2013

Nuestro hermano. Fernán Gómez.

Claro, si vas a ver una función que viene de "La casa de la portera", en la que trabaja Raquel Pérez, actriz adorada por una buena parte del público entendido de Madrid, muy mal se tiene que dar para que lo que veas sea un truño. Pero ya no es que no sea un truñaco, sino que es uno de los mejores espectáculos que he visto en mucho tiempo. A ver, tiene sus "peros", pero los dejo pal final, pa no joder el ambientillo.
El texto de Alejandro Melero es inteligente, vital, doloroso, hiriente, pero sobre todo NATURAL. Pero de una naturalidad real. Estás oyendo todo el rato frases y expresiones de las de toda la vida, de las que has oído en el pueblo a tus tías y de las que le oías a tu abuela y si me apuras... a tu madre. Y esa naturalidad sincera está metida en medio de un drama cañí pero universal. Dejémoslo en que trata del reparto de una herencia. Pero entre medias se descubren unos personajes amargados, acabados, vacíos, dolorosos, egoístas y mentirosos. Menos el hermano. El chico disminuido (no sé qué palabra usar que sea la más apropiada y que no hiera). Él vive ese drama en su mundo. Un ser sincero, alegre, positivo y vital. Aunque hable como la tía revenía del pueblo que todos tenemos. Y no es un principito de una peli del señor ese criogenizado. Es de verdad. Y está mucho más vivo y feliz que sus dos hermanas. La ironía como punto de partida.
La dirección de José Manuel Carrasco es briosa, serena y congruente. Sólida y personal.



Cecilia Freire hace el papel más ingrato. Es la hermana doliente, sufridora y ceniza a la que todo le ha salido mal, pero que no duda en traicionar y sacrificar a su hermana con tal de pillar la pasta. Aunque le haga falta. Pero es mala. Pero es buena. Pero es mala. Como su personaje tiene menos "asideras" que los otros dos, parece que está peor, pero de eso nada. Está soberbia y a la altura de sus compis. Doliente pero no autocomplaciente. Con un mundo interior que se le escapa en cada mirada.
Raquel Pérez... en fin, es un ser de otro planeta. Un actor/actriz debe ser una persona preparada para todo. Sentir, entender, asimilar, digerir, canalizar, expresar, comunicar, medir, hablar y moverse. Y todo esto lo hace Raquel como si fuera lo más natural del mundo. He visto a poca gente que hable con tantísima naturalidad y con tanto por dentro. Sus toboganes emocionales son brutales y tan extremos como los saltos de octava de la soprano de Nabucco. Y Raquel es la Callas de la escena. Tiene una técnica vocal (lo siento, deformación profesional, no lo puedo evitar) como poca gente y una capacidad para llenar una mirada con todo un mundo interior (esa entrada a la mañana siguiente, mirando fijamente a su hermana es antológica). No sé, cualquier adjetivo que tenga que ver con sabiduría, calidad, emoción, y grandeza, se la aplicáis a Raquel. Hasta llegar a ese final... No se puede llegar a eso sin un proceso en medio, y Raquel lo lleva dentro y lo saca afuera. Eso es de genios.
Y luego confieso que es que soy gilipollas. No conocía a Javier Ruiz de Somavía. Y leyendo el programa de mano... leí mal y entendí (spoiler) que él era disminuido psíquico. Claro, según iba viendo la función iba flipando. Me parecía un trabajazo espeluznante. De un mérito y de una calidad que estaba flipando. ¡¡Pero qué coño!! Una vez acabada la función y cuando me había secado las lágrimas, lo busqué. ¡¡¡Era un actor interpretando el papel de un disminuido!!! Sí, soy gilipollas. Pero no lo sabía. Y entonces mi admiración y mi idolatría eterna se dispararon. Creo que JAMÁS he visto algo igual. Un trabajazo respetuoso y de una profundidad que te meas. Eso sólo se hace trabajando, trabajando y trabajando. Y trabajando desde el respeto y la investigación. ¡¡Estuve totalmente convencido de que era un disminuido todo el tiempo!! Bueno, hasta los aplausos, ahí me mosqueé.
De verdad, me emociono escribiendo. Cuando ves interpretaciones como estas, te das cuenta aún más, de lo que debería ser el trabajo de actor. Mi admiración e idolatría eternas para estos dos cíclopes de la escena.

Ahora lo chungo. Son dos bobadas, pero para rizar el rizo.
Quizá se note un poco de caída del ritmo al comienzo de la segunda parte, con el desayuno. Tardó un poco en coger ritmo de nuevo. Y el final... la imagen de ambas hermanas hundidas y acabadas, llorando mientras se dan cuenta de dónde han acabado se merece más tiempo. Y de paso, el público puede asimilar que está viendo el final. 30 segundos más de ambas llorando y el hermano... a lo suyo habrían sido ya la leche.   

1 comentario:

  1. Yo tuve la gran suerte de verla en "La casa de la portera".

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