domingo, 10 de noviembre de 2013

Virus. Dairakudakan. Canal.

La danza "butoh" no es una disciplina milenaria. Surgió en el 50, como reacción a los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Las imágenes de los cuerpos quemados y con los ojos rojos inundaban las calles de Japón y los escenarios.
Akaji Maro es un alumno aventajado de aquel movimiento y lleva con su compañía cuarenta años. Para celebrar ese cumple, ha creado "Virus". Consideraciones filosóficas aparte, con el mensaje de recrear al hombre como el virus que va a destruir el planeta y demás, lo que vimos ayer a mí, particularmente no me conmovió en absoluto.



Tiene algún momento más mono, como el número de las mujeres "anguila", pero en general, ver a esos bailarines con sus mallas blancas (esta vez no llevan el cuerpo pintado de blanco, como marca la tradición) con esos pompones, el cocodrilo de plástico, el huevo, los girasoles y el lavabo (o lo que fuera) me dejó frío desde el minuto uno. Quizá sea yo un inculto que no reconoce el valor de este coreógrafo. Seguramente sea una leyenda viva y yo no sea capaz de entender sus simbologías, metáforas y formas de expresión. Fijo que el problema es mio, pero qué quieres que te diga, la chica de la cinta me pareció odiosa y en general todo, feo, pero feo, feo.
Mira que tenía ganas de verlo, pero no me enganchó en ningún momento. Y ver a Maro con sus pelucones pasando por el aro, me daba hasta cosa. Era un poco como ver un espectáculo de los años 60 pero ahora. Ciertas formas e imágenes puede que impactaran hace 40 años, pero ahora quedan muy pasadas.
Ah, y eso de tenernos minutos y minutos, con la música a tope y los bailarines en el escenario buscando aplausos donde no los había y sin darnos tregua no me gustó nada. Es como cuando cambian una ley por la "presión social" que tú sabes que no existe. No había ganas de aplaudir, pero ellos erre que erre, con las luces encendidas y los pobres en el escenario, viendo claramente que la peña se levantaba y se piraba. Aplausos de respeto sí, de entusiasmo, para nada.

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