sábado, 21 de marzo de 2015

Invernadero. Teatro de la Abadía.

Que Pinter es hermético es cierto. O no. No siempre. También hay que saber leer, darse tiempo para desgranar y saber exprimir significados e imágenes. Este texto no es precisamente de los más crípticos. En definitiva es una comedia que el propio autor dejó encerrada en un cajón durante casi 20 años. 




Como yo soy como soy, ni le pongo un altar al texto sólo por ser de Pinter (adoro a Pinter con toda mi alma pero cada cosa en su sitio) ni a la adaptación por ser de Eduardo Mendoza. Es más, me despierta mucha curiosidad repasar la versión original, porque hay cosas, expresiones, palabras, giros demasiado anacrónicos que me chocan. Al traducir, eliges, y me da que en ese proceso de elección Mendoza ya contaba con la premisa de buscar el "chascarrillo" o el toque actual y campechano. Y si algo NO es Pinter es casual ni campechano. Ni siquiera los nombres de los personajes, que quizá hasta tengan significado. No sé. 
Pero bueno, cachondadas aparte, lo que más me llama la atención de esta puesta en escena es el tono que ha elegido Mario Gas. Vamos a ver, cualquier director elige el sitio desde el que quiere contar su historia. Decide. Hay cien mil formas de contar lo mismo. Toda son válidas mientras sean coherentes. Luego está que coincidan o no con tu criterio, o con lo que tú esperas o con cómo lo ves. Si coincide hay comunicación y si no, pues no la hay. La decisión y el punto de vista del director seguirá siendo válido y tu criterio también. Para mi gusto, Mario Gas he elegido un sitio banal, de humor desbocado y grueso que no me mola. Es como estar viendo un Pinter en la Latina. Y no sólo en la dirección de escena y actoral sino casi todas las decisiones. La escenografía no termina de funcionar. El aparataje se atascó en un cambio, y los paneles móviles no terminaban de encajar. Vamos, que se veía el truco. Además esa escalera como de prisión, no aportaba mucho ni daba mayor juego. En definitiva, no ME terminaba de convencer. Ni las luces tampoco. Normales. Ni siquiera el vestuario aportaba ningún punto de vista ni personalidad. Claro que igual todos estos elementos lo que buscaban era precisamente NO situar ni en un momento ni en una decisión estética. Igual era eso.  
Y los actores.... Gonzalo de Castro compone un Roote encabronado desde el principio, con poco desarrollo, plagado de minigestos y de recursos conocidos y bastante disparados. Empieza la función en el nivel 95 y sólo consigue avanzar hasta el 100, claro. Para mi gusto está demasiado crispado, acelerado, pasado y encabronado. Llevar las características de un personaje a su extremo y no variarlas ni complementarlas resta eficacia y riqueza. Siempre es más rico un arcoiris que una paleta con dos colores. Tristan Ulloa está bien pero... quizá también se haya quedado su composición en una superficie efectiva y poco colorista. Bueno, a ver, que quede claro que todos ellos están bien. Ellos. Que lo que hacen está bien. Es más una cuestión de riqueza y de buscar un registro más rico y menos... básico. Jorge Usón es quizá el que esté más acertado. Puede desplegar más matices dentro del brochazo que es también su personaje. Pero consigue tener más recorrido. Carlos Martos está demasiado declamativo y artificioso y tanto Javivi Gil como Ricardo Moya no tienen ocasión de desarrollar prácticamente nada. Isabelle Stoffel, que mira que estaba fantástica en "La rendición" aquí está fuera de lugar. Ni su personaje está bien marcado ni ella parece haberlo encontrado. Ni el personaje ni el tono ni el sitio. Aparte de tener una dicción muy, pero que muy espesa y muy mejorable y de crear un personaje típico, tópico, básico y nada interesante. Tampoco mira bien a sus compañeros ni parece escucharles bien. Que conste que no cuestiono a ninguno de ellos, todos son fantásticos actores y lo que hacen tiene por descontado todo mi respeto, admiración y envidia. Creo que el problema y que hace que no se produzca la sintonía entre lo que yo querría ver y lo que veo es de dirección. De dónde ha elegido Mario Gas situarse para contarnos esta historia de manipulación y tortura social. Conducir esas escenas tan ricas en enredos más propios de los hermanos Marx en mi caso no cuaja. Y amo a los hermanos Marx, pero cuando quiero ver a los hermanos Marx. Y ese momento copa en la cara... que para mi gusto es el colmo del laconismo, casi un duelo entre dos seres fríos y despiadados roza lo absurdo.  vale, es una elección de Gas. Respetable y fantástica. Pero para MI gusto desaprovecha un momentazo Pinter para regalarle al público un chiste de fácil digestión. Y lo de que TODOS los personajes lancen sus diálogos y monólogos mirando al público e incluso avancen hacia el proscenio para hablar es un poco de teatro antiguo. Hasta los elementos escenográficos están puestos en diagonal, como para que se vean bien, en una disposición ilógica para mi gusto. 




Insisto en que como director y responsable, Mario Gas escoge el lugar que él quiere y lo desarrolla. Respetable, por supuesto. Es SU producto. Pero con un servidor no funcionó. Ya ya lo siento porque adoro a Pinter, a Gonzalo de Castro, a Jorge Usón y a Tristán Ulloa.        

1 comentario:

  1. Buenas crítica, la suscribo casi en su totalidad. Enhorabuena por la disección. Sería también interesante un intento por diseccionar la trama y cómo los actores consiguen o no (bajo mi punto de vista a duras penas) hacer entendible el/los mensajes del texto.

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