martes, 5 de noviembre de 2013

Las heridas el viento. Teatro Lara.

Que no soy yo muy amigo del Lara lo sabe cualquiera que me lea. Que muchas veces tengo que meterme mis palabras por el culo, también. Le doy las gracias al Lara por este espectáculo. Porque desde luego, "Las heridas del viento" es para mi gusto, uno de los espectáculos que más me han estremecido en lo que va de año.



Juan Carlos Rubio hace de maestro de ceremonias y te presenta su historia. Yo me quedé un poco flasheado porque me temía que saliera a explicarnos cosas de la función. Y eso me revienta. Pero no. No te cuenta nada, pero te introduce en un ambiente triste y acongojante que hace que empiece la función y ya tengas el corazón pelín encogido.
Todos sabéis de qué va la trama. Muere Rafael, su hijo pequeño, que nunca se ha sentido suficientemente querido por su padre revisa sus cosas y encuentra unas cartas. Cartas de amor. No hay remitente, pero firma un tal Juan. y decide ir a conocer a Juan e indagar sobre su padre para intentar buscar una explicación a por qué no le quiso lo suficiente. Juan es un ser de vuelta de todo. Experimentado, gay de los de antes (de los que tuvieron que vivir escondidos y ultrajados por una sociedad enferma y encerrada), mordaz, picajoso, sobrao, amargao, lúcido y herido. Un señor que se puede permitir lo que le de la gana y que se permite también, dentro de la desolación que da un corazón roto, vacilar a David en parte por regodearse con la herencia de su ex amante y en parte por no enfrentarse a la verdad. Llora solo en un banco, en su banco. Respira hondo y se encuentra con David. El resto es secreto de sumario.
La puesta en escena es brillante e ingeniosa. Te lo presenta todo el propio autor, y se queda sentado a un lado, ayudando a cambiarse a los actores, y dando paso a la música acertadisima de Mina. Todo tiene un punto de ritual. No de falsedad, sino todo lo contrario, de ceremonia de exorcismo de fantasmas desconocidos. Los propios actores encienden y apagan las luces, ponen y quitan elementos. Ese "artificio" en la forma que no pretende engañar a nadie contrasta con el trabajo de los actores, de una intensidad y profundidad pocas veces visto.
Daniel Muriel está serio, profesional, solvente, entregado en un papel desagradecido por los pocos momentos de "desparrame" que tiene pero intensísimo en todo lo que tiene que "escuchar", eso tan difícil para un actor. Aguanta, aguanta y aguanta y cuando salta se te ponen los pelos de punta. Nunca le he visto en un papel tan difícil, tan intenso y tan complicado. Sobresaliente. Y encima, tiene enfrente (o al lado) a un ser sobrehumano. Lo de Kiti Manver no tiene igual hoy en día en la cartelera. A veces he hablado de "actrices médium" como mi Estefanía (de los dioses) y de los Santos. Pues Kiti es otra médium. No interpreta nada. ES Juan. Como soy mu MariPili y casi siempre pillamos fila buena, esta vez no iba a ser menos. Fila 1. Y va y se me sienta al lado. Yo mosqueado, porque pensaba que esa señora de pelucón rubio igual era la madre. había leído un poco de qué iba el asunto y me eché a temblar. No me molaba. Pero cuando de echa la mano a la cabeza y se quita el pelucón, se me desencajó la mandíbula, se me agarrotó el corazón y se me puso un lagrimón en cada ojo y un nudo marinero en la garganta. Ojiplático veía cómo esa señora se transformaba en Juan. Y con cada pestaña, cambiaba su interior y aparecía, como si hubiera estado envuelto en una cáscara femenina, la mirada de Juan. Lo siento por el resto de público, pero me hablaba a mí, me miraba a mí, me abrazaba a mí, me acariciaba a mí y me bailaba a mí. Y la tristeza invade el Lara. El dolor de la soledad inunda el jodío hall y te agarra el corazón, las tripas y los mondongos y te somete a un despliegue de sutilezas que no te dan opción. Habla bajito, cada palabra con sentido y alma. No sólo corazón, sino alma. Está absolutamente sobrecogedor. Y digo sobrecogedor porque durante toda la función es un hombre. No una mujer haciendo de hombre. Pocas o ninguna vez he visto una transformación física y emocional tan profunda y definitiva. Kiti ha subido a mi Olimpo y allí se queda pa siempre. Y la historia que vemos ahí, a medio metro es tan dura, tan triste como si fuera nuestra propia historia. El monólogo del viento es lo más bello que se ha escrito en años. Ese giro final me estremeció, e incluso hoy, se me agarrota la garganta de tristeza y ganas de llorar. Lo digo con mayúsculas. ES UNA DE LAS INTERPRETACIONES QUE DEBERÍAN PASAR A LA HISTORIA DEL TEATRO.
No sé qué más decir. O si decir algo más. Creo que la pena negra es tan honda que ni la luna ni las palabras le pueden poner forma. Igual en unos días añado algo más, hoy mi congoja no me deja.

3 comentarios:

  1. Me parece por tu entusiasmo una obra interesante sobre todo ese papel que destacas de Kiti Manver. La verdad es que no la he visto en teatro sólo en el cine y me parece una de las actrices a destacar en el cine español actual.
    Un saludo
    Mar

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  2. Y en todo lo que sea menester. Te juro que pocas veces he visto algo igual en un escenario. Gracias por tu comentario.

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  3. Poco a poco voy leyendo todas tus críticas. Las heridas del viento la vi este pasado enero, y a mi también me bailó, y casi tocó mis labios, y en ese momento el teatro se convirtió en otra cosa, algo. Esas sensaciones que no se pueden explicar con palabras. Una maravilla.
    Ernesto I.

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