lunes, 3 de junio de 2013

Leo. Circo Price.

Había mogollón de niños. Normal. Todos descojonados desde el minuto uno. Hablaban, comentaban, flipaban, se reían, exclamaban. Pero a partir del minuto 30, se callaron. Uno detrás de nosotros decía: "¿pero no hay más?". Y la madre le contestaba: "tranquilo, si seguro que ya se acaba". Pero no, todavía quedaba. Y bastante.
A ver, el espectáculo es muy chulo. Te ríes, flipas, te hace gracia el efecto que produce y tratas de ver los dos lados del escenario. La historia no es que sea gran cosa, pero va funcionando. Hasta que la sorpresa inicial y lo que en un principio te llama la atención se diluye y empiezas a mirar el reloj.
No quito ningún mérito a lo que vimos, es más, me pareció muy chulo, pero quizá no de para un espectáculo de una hora. Al menos esta historia. Y claro, no creo que puedan hacer un segundo montaje con estas mismas premisas, porque una vez vale, pero dos ya como que no.
Chulo sí, ingenioso sí, sorprendente, al principio, largo también. O a lo mejor es que los niños y yo eramos muy sosos.

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