jueves, 27 de junio de 2013

Michael Nyman. Auditorio Nacional.

En el programa de mano explican que el señor Nyman no ha oído nunca las variaciones Goldberg, sólo el aria. Mal empezamos, porque si un compositor no muestra, aunque sólo sea, inquietud por escuchar una de las mayores obras maestras de la historia de la música, estamos apañaos.
El CNDM le había encargado una obra. Una especie de diálogo entre Bach y él. Y por eso habíamos pagado una entrada. Pero antes de comenzar el concierto, tuvo que salir un responsable del CNDM a dar explicaciones. Al parecer el señor Nyman ha compuesto la obra mentalmente, y al llevarla a la partitura resulta que es que le ha salido muy difícil de tocar y que como tiene ya 70 años, no la puede tocar de lo difícil que es. Que está buscando un pianista "español" (palabras textuales) y que cuando lo encuentre, darán el concierto. Por supuesto pasando otra vez por taquilla. No sé si lo de que el pianista sea español lo dijo para que nos quedemos tranquilos. "Bueno, si todo queda en casa, chico, pues mejor". Total, que en vez de la obra que íbamos a ver y que le habían encargado resulta que nos va a tocar un poco de Bach y un poco de sus bandas sonoras. Pero que como es así de genio él, va a ir tocando un poco lo que le salga del bolo. Juro que esa fue la explicación antes del concierto. A mí, personalmente me recordó a ese otro señor al que por ser quien es le encargaban y le pagaban proyectos que después no hacía. Eso sí, en eso se gasta el dinero, y no en proyectos pedagógicos ni en escuelas de música ni en mantener orquestas. No. Se va en pagar a un tipo que no hace lo que se le ha pedido y por lo que se le ha pagado, seguramente un pastizal. Días antes ya había suspendido otro concierto en Tenerife, aunque allí ni siquiera tocó la musiquita de "El piano". Yo no sé si le estarán demandando los organizadores o qué, pero vamos, morro tiene paburrir.



Total que salió entre más o menos tibios aplausos y empezó a tocar. Tocó (no interpretó ni ná) una horita y algo sus cosas. Entre medias un par de piezas de Bach (como el Ave María, ya ves tú) y poco más. Era como si estuviéramos en la consulta de un dentista o en e lobby de un hotel oyendo al pianista de turno. A mí, qué quieres que te diga, me parecía estar delante de Richard Clayderman o de Pablo Sebastian, aunque seguro que estos tocaban con algo más de entrega. Tocó sin la más mínima pasión ni expresión. Vamos, yo hasta dudé de si era un CD que nos habían puesto, porque no se movió en absoluto. Sólo torció un poco el morro una vez pero no sé si fue porque se atascó un poco o porque le habían llevado a comer al Asador Donostiarra y estaba de digestión.
Inenarrable. La gente se piraba. Y al final, cuando se paró y se levantó, mucha gente aplaudió y se puso a hacerle fotos, mientras que otros cuantos nos quedamos como disecados después de haber visto lo que habíamos visto.
Y es que hasta para ser un genio (si es que es un genio) hay que ser humilde y profesional. Y si no vas a tocar, suspende, apechuga con las consecuencias y no te lo lleves crudo. Pero al menos que avisen si en vez de Bach vamos a oír trocitos de "El contrato del dibujante" por muy monos que sean.    

2 comentarios:

  1. ¡Bien, David! Parece que la moda cunde en eso de llevárselo muerto!!!

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  2. Flipante. Debe de ser cosa de los genes o algo así. A mi me enseñaron que un sueldo es un pago por un trabajo y que para ganarlo hay que trabajar. El trabajo diginifca, vale, pero también da de comer. Comer sin trabajar...en fin...

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