lunes, 17 de junio de 2013

El hijoputa del sombrero. Teatro Príncipe Gran Vía.

Tranquilidad, señores, que esto sí me gustó. Y según pasan los días, creo que más.Creo.
Al principio me estaba pareciendo una de esas funciones del Lara que no llevan a ningún sitio y que están destinadas yo creo, a un público poco exigente y que se mea si oye un "cojones" o ve a un tío en gayumbos. Pero no, el texto tiene bastante más enjundia. Plantea historias, aparte de la anécdota en sí que no voy a destripar, que son interesantes. La confianza, la incapacidad para demostrar emociones, los vampiros emocionales, el amor fraternal, el amor eterno, incluso el amor de madre. Todo con un envoltorio moderno, hasta juvenil y con un aparente tono ligero que no se corresponde con lo que en realidad te están colando. Texto muy interesante y bastante más profundo de lo que pueda parecer.
Puesta en escena ágil, dinámica, con algunos altibajos pero que no hacen que desenganches, con una escenografía acertada. Y una música que es casi un personaje más, como la voz de la conciencia raída que va destripando a golpe de verso cañí lo que subyace en la acción.



Y voy ya con los actores.  
Bárbara Merlo bien, entregada y energética. Alberto Jo Lee bien. Se nota que ha trabajado mucho el papel y que han desentrañado bien todo lo que dice y hace su personaje, aunque... hay veces, bastantes veces que suena un poco a dicho todo de memoria. Si dijera lo mismo e hiciera lo mismo pero más sueltecito, ganaría mogollón. Raquel Meroño. Sí, lo confieso, tenía mis reticencias, lo siento. Y no es que sea Irene Gutiérrez Caba, pero está bien, resuelve bien su personaje, aunque no termine de creérmela como cuarentona acabada y dominada por Miguel Hermoso. Está muy lozana y guapa. Pero bien. Perdona, Raquel por desconfiar de ti. Miguel Hermoso está bien, entregadísimo y con un nivel de energía incalculable, pero... igual por eso mismo hay veces que se pasa. Lo de girarse hacia el público para decir alguna cachondada no me mola mucho. Y luego, yo creo que intenta hacer del suyo el personaje principal y aunque quizá lo sea, pero es que no hay quien pueda con Juan Díaz. Lo de este hombre, chico, joven, señor, no sé como definirle, es algo de cagarte por las patas. Tiene un control y un dominio de la voz brutal, una concepción del espacio escénico y un dominio de las tablas que parece que ha nacido encima de un escenario. Es guapo, es frágil, es chulo, es macarra, está muy buenorro, te lo comes, le odias, te ríes con él, le detestas. Todo un arco de sentimientos que provoca como sólo pueden hacerlo los más grandes actores. En mi lista de iconos a los que mataría por conocer, entre los que están Estefanía (de los dioses) y de los Santos, Fernanda Orazi, San Pablo Messiez, Isaac Montllor, y alguno más que ahora no recuerdo por la emoción, se unió el sábado el inconmensurable Juan Díaz. Me inclino ante usted, maestro!

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